Traducción: Javier Prieto de María
Resumen: La Tierra es a la vez elemento del microcosmos en el que vivimos y quinto elemento de un movimiento del macrocosmos. El tiempo de este movimiento es un tiempo de crisis que tiene sentido para el individuo y el colectivo. Tres lugares del cuerpo se proponen para manejar este pasaje.
Palabras claves: tierra-era-crisis existencial-Diji -diwuhui-renying.
El universo está fechado por tres métodos científicos diferentes que coinciden alrededor de 14.000.000.000 de años, la edad del big bang. Nuestro sistema solar se formó hace 4.500 millones de años. Tiene tanto que vivir antes de morir. Así pues, el planeta Tierra está a la mitad de su recorrido [1]. La edad es a la vez la cifra que aparece en el contador que gira y el tiempo que tomó para recorrer el período. Es tanto el intervalo como los límites de este espacio. Se puede hablar de espacio-tiempo.
Hace 3.800 millones de años, la vida apareció en el fondo del océano. Si lo llevamos a los datos de un año entre el Big Bang y la actualidad, sería el 23 de septiembre. El 26 de octubre aparecerían las células con núcleo. El 18 de diciembre aparecerían los peces y el 20 de diciembre las plantas en la tierra. El 21 de diciembre aparecerían los insectos, el 24 los dinosaurios, el 27 las aves y el 29 de diciembre los primates.
Todo el desarrollo de nuestros congéneres humanos se sitúa la noche del 31 de diciembre y es a las 21:49 cuando comienzan a caminar. Todo el desarrollo del homo sapiens se sitúa en el último minuto del año. Buda nació a las 23h59'54s, Cristo a 55s y Mahoma a 56s. A medianoche ya hemos pisado la luna.
¿Qué edad tenéis? ¿La de vuestras arterias o la de vuestras arrugas? En todo caso, un bien que se cifra con «una cierta edad». El número de temporadas pasadas se inscribe en el tronco del árbol añadiendo cada año su surco suplementario sobre el canto. Pero este bien que se calcula en esperanza de vida no dice nada sobre el ser, el que vivió el intervalo entre los límites, un jovencito a cuatro patas, uno medio a dos patas y un anciano a tres patas.
Las cinco edades o eras
La primera Era, la de la madera, va desde nuestro nacimiento hasta nuestra mayoría de edad. Es la primavera de la vida, una edad que comprende la infancia y la adolescencia.
La Era del fuego, la segunda Era, es una edad mayor de la madurez y el verano de la vida. Es la expansión familiar y profesional. Se extiende hasta la crisis existencial que marca la mitad de la vida.
La Era del metal, la del otoño de la vida, la tercera Era, es la edad de la recolección de las inversiones y de la experiencia que termina en la jubilación.
La Era del agua es la cuarta Era, la de la vejez. Corresponde a un repliegue sobre sí mismo y a la acumulación del invierno que termina con la muerte.
La quinta Era es la de la tierra. Es una edad particular que permite el paso de una Era a otra. Es una época de crisis, en el sentido etimológico del griego «Krisis», la decisión, el momento crítico en el que se toma la decisión que orienta el futuro. Esta Era de la tierra limita las otras edades que son intervalos. Asegura la continuidad del recorrido. Es la Era de la discontinuidad y de la ruptura del hábito, de la desaparición y de la aparición. Se fecha con un número. En los equinoccios, la muerte y el nacimiento realizan un paso de la edad del invierno a la de la primavera, mientras que la crisis existencial se hace en el paso de la edad del verano a la del otoño. Son crisis relacionadas con el individuo. En los solsticios, la mayoría de edad se hace al pasar de la primavera al verano y la jubilación se hace al pasar de la edad del otoño a la del invierno. Son crisis relacionadas con el colectivo (figura 1).
Figura 1: La Quinta Era de la Tierra.
El sentido de la Era de la tierra
La Era de la tierra marca la manifestación. Por lo tanto, transforma lo visible en lo invisible así como lo invisible en lo visible. El bebé liquido invisible se convierte en un bebé aéreo visible al nacer. La muerte hace pasar el agonizante visible que se prepara para la muerte, para la disociación invisible del viajero. La mayoría de edad y la jubilación hacen entrar y sacar al individuo de lo visible de la productividad social. A la mitad de la existencia de nuestro sistema planetario, ya que la Tierra se extinguirá en 4.500 millones de años, estamos en plena crisis existencial. La crisis existencial hace pasar al adulto de lo visible exterior al invisible interior, al retorno a sí mismo. Ex-sistere o existir, es situarse al margen de un origen, en la manifestación. Nuestra manifestación comienza con la concepción y termina con la disociación. El nacimiento y la muerte son los límites visibles, mientras que la concepción y la disociación son los límites invisibles con el origen. La conciencia de existir como individuo se basa en una separación del origen común. La Era de la tierra asegura el tránsito. El cero del nacimiento no existe, porque para el recién nacido se trata de un proceso continuo que no se detiene. Se anuncia, se compromete, muestra su cabeza, sale, inhala y se separa de su placenta. La resolución de la crisis del nacimiento lleva tiempo. Los textos nos dicen que «la única cosa que es permanente es el cambio».
La muerte tampoco es la última exhalación, ni el último latido cardíaco, aunque esté fechado en el certificado de defunción. Al igual que el nacimiento, es un proceso continuo que es bien percibido por quien va a partir y que es acompañado después de la muerte por ritos funerarios en todas las sociedades tradicionales. La resolución de la crisis de la muerte exige también cierto tiempo entre la agonía y la disociación.
La crisis existencial se produce más bien hacia los cuarenta para las mujeres y más bien hacia los cincuenta para los hombres. Corresponde a la mitad del ciclo de vida y a un balance de la actividad reproductiva y social. «A los 5 x 7 años, el meridiano del Yangming disminuye» en la mujer y «a los 5 x 8 años, el soplo vital de los riñones disminuyen en el hombre» dice Suwen 1 [2]. Es el momento del cuestionamiento de la vida y de su sentido, ante el nacimiento y la muerte. La crisis existencial determina un ajuste de la cantidad de tiempo transcurrido a la calidad de lo vivido.
A la entrada en el otoño es el comienzo del crecimiento relativo del yin y de la interiorización en la actividad.
El individuo es la parte más pequeña del ser colectivo. La sociedad ha fijado la misma edad para la mayoría de hombres y mujeres, mientras que para el matrimonio la edad mínima legal es diferente. La edad de jubilación la fija la sociedad, pero varía según las empresas o los oficios. También puede diferir entre hombres y mujeres en determinados países. Estas crisis colectivas introducen al individuo en la mayoría de edad en su responsabilidad social y sacan al individuo de la jubilación de su solidaridad social. Antes, el individuo depende de los mayores, después depende de los más jóvenes.
La gestión de crisis en la era de la tierra
Puesto que el microcosmos y el macrocosmos se confunden en el hombre, una acción sobre el individuo se refleja en lo colectivo y viceversa. Es el famoso efecto mariposa que permite que un cambio interno en el individuo se mueva y transforme el universo. De ello se desprende que la fluidez de un lugar del cuerpo por su puntualidad tiene una acción universal. La gestión de la crisis existencial de un individuo o de la humanidad se basa en el mismo principio: hay que asegurar el paso y reorientar la manifestación.
Para asegurar el paso, hay un lugar en el cuerpo que los chinos han llamado «mecanismo terrestre» situado a seis distancias sobre el lugar donde los tres yin se encuentran. Se trata de Diji el octavo punto de zutaiyin, alias 8 BP.
Di, es la tierra, que da forma a la vida, asegura la continua transformación, condensa, fija, y baja. Ji, es el resorte de la ballesta, el resorte sutil del momento propicio, el mecanismo desencadenante [3]. Ji asociado a la Tierra es el mecanismo de la Tierra, ji asociado al cielo es la estrella Υ de la Osa Mayor [4]. Este punto es un punto xi de desobstrucción del mecanismo terrestre. Este mecanismo terrenal consiste en girar sobre sí mismo para recibir el yang del sol celestial el día y el yin de los astros celestiales la noche cuando la tierra se da la vuelta. Esta auto-transformación de la polaridad es el origen de la mutación del yin/yang bien expresada por la interrelación Taiyin/Yangming en la edad de la tierra. En el momento de la crisis existencial en el equinoccio de otoño el mecanismo natural puede congelarse y Diji es el momento decisivo en el que el resorte se relaja permitiendo pasar a otra etapa de la vida.
El ciclo de transformación continuará entonces hasta el otro equinoccio para morir a una forma y renacer a otra, en otra crisis, no manifestada, con un pasaje por el origen. Este pasaje se hace en el vientre de la mujer en el momento de la encarnación y Diji puede ser indicado en las infertilidades vinculadas a la no-comunicación interna, a la no transformación de las polaridades, a la no mutación interior, para desobstruir el paso. Cada vez más parejas se ven afectadas por esta indicación en el momento de nuestra crisis existencial terrenal. Si Diji es un punto del equinoccio, no es un punto de solsticio en el momento en que el individuo gestiona sus crisis en su entorno terrestre con el colectivo, la mayoría de edad y la jubilación.
Para centrar la manifestación, los chinos designaron otro lugar del cuerpo. Diwuhui, zushaoyang 42, alias 42VB reúne el cinco y la tierra para centrar al individuo social que vive su relación existencial con el mundo. La tierra es a la vez uno de los cinco movimientos y el centro por el que se pasa para recorrer las cuatro estaciones de la vida. Sus dos pies en el suelo y sus dos manos en el cielo, el hombre se conecta al todo con su corazón vacío y central. El cinco expresa la relación al todo en nuestra manifestación en la tierra [5]. Situado en una grafía sobre la boca, designa «yo», «yo mismo» (W39A) [6], de la misma manera que la nariz mostrada está en medio de la figura. Este punto está indicado como dando luz a los ojos y agudeza a los oídos, como abrirse al mundo a los solsticios, con los ojos de la mayoría de edad y los oídos del retiro. Permite gestionar el máximo del yang y el máximo del yin de los solsticios evitando los excesos mediante un centrado u orientación.
Por eso este punto está indicado en los trastornos de la sensibilidad de los dedos y de los pies con la necesidad de una quinta reunión en el centro para encontrar el contacto con el cielo y la tierra.
Situado a media distancia adelante y adentro de la apertura del daimai horizontal, diwuhui no es un punto shuantiguo puesto que reúne por sí solo las cinco reuniones a la tierra, asegurando la geoestática gravitacional del individuo. Este punto se combina con renying, zuyangming 9, alias 9E, ventana del cielo en la carótida, que nombre secundario es tianwuhui. Las cinco reuniones celestiales determinan el «encuentro humano» y la relación del individuo con el colectivo. Tianwuhui permite al homo erectus ser un homo sapiens con la cabeza en las estrellas. Estos dos puntos ayudan a manejar las crisis de la mayoría y de la jubilación en la relación del individuo con el colectivo, pero también en la relación del individuo con sí mismo porque el centro es el mismo para todos, paso obligado a la siguiente etapa. Cualquier enfoque no relacionado con el centro implica un fracaso en la relación entre la responsabilidad individual y la responsabilidad colectiva.
La Era de la tierra es una era cierta, ya que la primera mención de los Wuxing figura en el gran plan (Hongfan) insertado en el libro de documentos (Shujing) fechado por Granet entre V y IV ANE (antes de nuestra era). La correspondencia con las estaciones es de 200 años más tarde [7].
El tiempo es bien percibido por quien lo vive cortándolo con el latido de su corazón y el número de sus respiraciones. Fluye en una dirección, como la arena en el reloj de arena, en el lugar donde hemos posado los pies sobre la tierra. Espacio y tiempo es una noción indivisible que se experimenta aquí y ahora. Estamos en medio de nuestro recorrido solar, en la Era de la tierra, en una crisis existencial y es el momento de volver a centrarnos, es decir, de volver por el origen de la manifestación, para permitir que nuestro planeta (y accesoriamente a nosotros mismos) pase a otra era.
Autor: Dr Emmanuel Escalle
16 rue de la Paix, 74100 Annemasse
% 04 50 95 56 05
* emmanuel.escalle@wanadoo.fr
Referencias:
1. Trinh XT. Dictionnaire amoureux du ciel et des étoiles. Paris; Fayard: 2010.
2. Rochat de la Vallée E, Larre C. La vie, la médecine et la sages- se. Suwen, les onze premiers traités. Paris; Ricci-Cerf: 2005.
3. Oury C. Communication personnelle. Lyon : 2010.
4. Dictionnaire Ricci des caractères chinois. Paris: Desclée de Brouwer; 1999.
5. Rochat de la Vallée E. La symbolique des nombres dans la Chine traditionnelle. Paris; Desclée de Brouwer: 2006.
6. Wieger L. Dictionnaire étymologique des caractères chinois, 8° Édition. Taichung: Kuangdi Press; 1972.
7. Lafont JL. Émergence, origine et évolution de l’acupuncture dans le Classique de l’Interne. Bruxelles:Satas;2001
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